Hasta hace algunos años el aumento en las cifras de presión arterial se consideraba como algo normal entre las personas de edad adulta, sobre todo entre aquellos que tenían 65 años o más.
Para la ciencia médica, se trataba de una adaptación del organismo al paso del tiempo. Sin embargo, gracias a diversos estudios se ha comprobado que a cualquier edad la hipertensión es un serio problema que daña los vasos sanguíneos de nuestro cuerpo, así como al corazón y los riñones, entre otros órganos.
Aún con lo anterior, las personas de la tercera edad tienen un riesgo elevado de presentar complicaciones a nivel vascular, comparado con personas hipertensas más jóvenes.
Entre las enfermedades que pueden desarrollar debido a la hipertensión se encuentran: angina de pecho, infarto al miocardio, insuficiencia cardíaca o renal, hemorragias o trombosis cerebrales.
La razón es que por la edad, las arterias pierden elasticidad, se hacen más rígidas y carecen de capacidad para adaptarse a la presión alta, lo cual las hace más susceptibles a obstrucciones o rupturas.
Por otro lado, el corazón de las personas adultas mayores tiene menos capacidad para soportar el aumento de trabajo que trae consigo la hipertensión arterial.