La obesidad es un trastorno que alcanza dimensiones epidémicas en el mundo desarrollado, constituyendo una de las principales causas de muerte prevenible. La obesidad no suele aparecer en edades tardías de la vida y es, en la mayoría de los casos, una situación iniciada en décadas anteriores. La prevalencia de obesidad aumenta con la edad y, de esta manera, en España se considera que alcanza al 36% de la población mayor de 65 años no institucionalizada, en contra del 14,5% si valoramos a toda la población en conjunto.
¿Qué efectos tiene la obesidad en la tercera edad?
La obesidad es una enfermedad crónica caracterizada por un acúmulo excesivo de grasa en el cuerpo. Aparece por la interacción de factores genéticos y ambientales (dieta, actividad física, etc.). Al igual que en otros grupos de edad, la obesidad se asocia con un incremento del riesgo de enfermedades (figura 1). Aunque el peso es muy importante, lo fundamental es la cantidad de grasa en exceso y la distribución de la misma a lo largo del cuerpo. De esta manera, podemos encontrar a individuos con mucho peso, pero a expensas de masa muscular que, por tanto, no se pueden considerar obesos. A la inversa, existen sujetos con un peso normal o un ligero sobrepeso que tienen un cantidad excesiva de grasa corporal, tanta o más como podría tener otra persona con obesidad. Sabemos también que la distribución de la grasa de predominio abdominal se relaciona con un mayor número de complicaciones, sobre todo metabólicas.
El peso tiende a aumentar y la masa muscular a disminuir con el paso de los años, sobre todo en las personas sedentarias (se estima que por cada década de la vida el gasto energético diario de una persona disminuye unas 150 kcal). De esta manera, la edad afecta de manera negativa a la composición corporal, aumentando el porcentaje de grasa de forma notable. Además, en los hombres y en las mujeres posmenopáusicas se detecta una tendencia al acúmulo intraabdominal de la grasa (valorado por el perímetro de la cintura).