Dos estudios recientes analizan las conexiones entre el sistema digestivo y el síndrome, añadiendo evidencias a una hipótesis que tiene mucho calado entre la comunidad científica
A simple vista parece un hecho inconexo, pero la medicina está reuniendo cada vez más evidencias de que podría existir una relación directa entre el aparato digestivo y el trastorno neurodegenerativo que afecta a más de seis millones de personas en todo el mundo.
Como ya analizamos en un artículo anterior, se plantea desde hace algunos años que en ciertos casos, el origen del mal de Parkinson podría estar en el estómago o en el intestino y de ahí llegar hasta el cerebro, transmitiéndose de neurona a neurona, como una infección provocada por una proteína que se comportaría como un prion. Esta teoría establece así una interesante relación entre la afección y otras enfermedades causadas por un agente similar, como las encelopatías espongiformes, entre las que se encuentra el famoso síndrome de las vacas locas.
Un nuevo estudio publicado en ‘Neurology’, la revista de la Academia Americana de Neurología, ahonda en esta hipótesis, y presenta ahora más certezas sobre este asombroso enlace.
La pieza que lo une todo
La investigación examinó en concreto los casos de varios sujetos a los que se les había extirpado una parte del nervio vago (vagotomía), el décimo de los doce nervios craneales que se extiende desde el abdomen al bulbo raquídeo y que conecta los sistemas nervioso y digestivo, inervando en su trayectoria órganos como el esófago, el estómago, el páncreas o el hígado.
Siguiendo los registros médicos del sistema sanitario sueco, se compararon 9.430 casos de personas que habían sido sometidas a una vagotomía, frente a los historiales de otros 377.200 habitantes. Analizando un periodo de cuarenta años en las vidas de tales sujetos, se verificó que 101 personas sometidas a la operación habían acabado desarrollando el mal de Parkinson, mientras que en el grupo poblacional estándar, el síndrome había aparecido en 4.829 sujetos.
Los afectados tienen a veces problemas gastrointestinales que pueden empezar antes de que aparezca la enfermedad
Tales cifras no resultaban en principio muy significativas, ya que suponían un 1,07% de casos frente a un 1,28% de incidencias en el total de la población. Las cosas cambiaron sobremanera cuando se diferenciaron los resultados entre los dos tipos de vagotomías posibles: la troncular y la altamente selectiva, ambas empleadas para reducir la secreción ácida del estómago y tratar úlceras que se muestran rebeldes a los fármacos. En el caso de la segunda, los datos, efectivamente, eran muy similares a los de la población corriente. Por el contrario, en el caso de la troncular solo 19 sujetos habían acabado padeciendo el mal cinco años después de la operación, conformando solo un 0.78% del total de la muestra, es decir, un 40% menos frente al resto de los individuos analizados.
“Estos resultados proveen evidencias preliminares de que la enfermedad de Parkinson puede empezar en el aparato digestivo” señala el autor del estudio, Bojing Liu, del Instituto Karolinska de Solna. “Otras evidencias que avalan esta hipótesis es que las personas con párkinson tienen con frecuencia problemas gastrointestinales, como estreñimiento, que pueden dar comienzo décadas antes de que se desarrolle propiamente la enfermedad”.
Podemos sentirnos seguros de que las bacterias intestinales son un requisito para los síntomas del síndrome de Parkinson
Con todo, los médicos son cautos aún a la hora de establecer conclusiones, pues el síndrome podría tener en realidad múltiples causas y variantes: “Son necesarias muchas más investigaciones para verificar esta teoría y ayudarnos a entender el papel que juega en el desarrollo del párkinson”, concreta Liu.
Aunque la muestra utilizada es muy amplia, el número de sujetos en algunos subgrupos no era tan significativo. Los investigadores tampoco pudieron comparar los datos obtenidos con otros factores que la comunidad científica también baraja como condicionantes, como el tabaco (hay menos casos entre los fumadores), el café (quienes beben más cantidades de la sustancia parecen tener menos posibilidades de padecerlo) o la herencia genética.
La enfermedad y las bacterias
Un trabajo publicado en diciembre del pasado año por el Instituto de Tecnología de California (Caltech) ha encontrado también una interesante conexión entre las bacterias presentes en los intestinos y el deterioro de la motricidad que caracteriza a la enfermedad.
Según Sarkis K. Mazmanian, uno de los autores del estudio: “Los intestinos son el hogar permanente de una comunidad variopinta de bacterias, tanto beneficiosas como nocivas, conocida como microbiota intestinal, que es fundamental para el desarrollo y las funciones de los sistemas nervioso e inmunológico”.
Los investigadores realizaron una serie de experimentos sobre dos grupos de ratones genéticamente idénticos y preparados para que desarrollaran los síntomas del sindrome de Parkinson. Uno de los grupos de roedores fue alimentado en un ambiente completamente estéril no desarrollando así ciertas bacterias del intestino. Tras los sorprendentes resultados obtenidos en la mejora de las capacidades motrices de los ratones de la segunda muestra, Timothy Sampson, otro de los participantes en la investigación, asevera que “ahora podemos sentirnos bastante seguros de que las bacterias regulan, y son un requisito incluso, para los síntomas del síndrome de Parkinson. Lo que queremos saber es cómo sucede todo esto”.
Las conclusiones de este ‘paper’ llevan a que se lleguen a plantear incluso cambios radicales en los tratamientos a los que se someten hoy los afectados: “Para muchas condiciones neurológicas, el enfoque convencional es el de sintetizar un fármaco que actúe sobre el cerebro. Sin embargo, si la enfermedad de Parkinson no solo está causada por los cambios en este órgano, sino por modificaciones en la microbiota, es posible que baste utilizar fármacos para el intestino que ayuden a los pacientes, lo cual es mucho más sencillo”, afirma Mazmanian quien concluye además que “este nuevo concepto puede conducirnos a terapias más seguras, con menos efectos secundarios en comparación con los tratamientos más corrientes”.
Via elconfidencial.com
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