Fiebre en adultos

viernes, 13 de enero de 2017 · Posted in

La fiebre es una temperatura corporal elevada. La temperatura se considera alta si es superior a 37,8 °C cuando se mide con el termómetro en la boca, o superior a 38,2 °C cuando se mide con un termómetro rectal. Muchas personas utilizan el término fiebre de forma vaga, a menudo para expresar que se sienten demasiado calientes, demasiado fríos o sudorosos, pero en realidad no han medido su temperatura.

A pesar de que se considera como normal una temperatura de 37 °C, la temperatura corporal varía a lo largo del día, siendo más baja por la mañana y más alta al finalizar la tarde, cuando puede alcanzar los 37,7 °C. De igual forma, cuando hay fiebre la temperatura no se mantiene constante.

A veces existen picos de fiebre diarios que vuelven después a la normalidad, lo que se denomina fiebre intermitente. En ocasiones la temperatura varía pero no regresa a la normalidad, lo que se conoce como fiebre remitente. En la actualidad, para el diagnóstico de algunas enfermedades, no se considera que el patrón de ascenso y descenso de la fiebre sea demasiado importante.


Consecuencias de la fiebre

Los síntomas se deben principalmente al trastorno que causa la fiebre más que a la fiebre en sí misma.

Aunque muchas personas se preocupan de que la fiebre pueda ser perjudicial, las típicas elevaciones temporales de la temperatura corporal comprendidas entre 38 °C y 40 ºC que producen la mayoría de las enfermedades agudas son bien toleradas por los adultos sanos. Sin embargo, una fiebre moderada puede ser un poco peligrosa en adultos con enfermedades cardíacas o pulmonares debido a que la fiebre hace que aumente la frecuencia cardíaca y la frecuencia respiratoria. La fiebre también puede empeorar el estado mental en personas con demencia.

La elevación extrema de la temperatura (por lo general más de 41 °C) puede ser perjudicial. Una temperatura corporal tan alta puede causar la disfunción y, en última instancia, el fracaso de la mayoría de los órganos. Dicha elevación extrema puede ser causada por una infección muy grave (como septicemia, malaria o meningitis), pero es más típica de un golpe de calor (ver Golpe de calor) o tras el consumo de ciertas sustancias. Las sustancias que pueden causar una temperatura extremadamente alta incluyen ciertas drogas ilícitas (como cocaína, anfetaminas o fenciclidina), anestésicos y fármacos antipsicóticos.
Causas

Las sustancias que producen fiebre reciben el nombre de pirógenos. Estos pueden provenir del interior o del exterior del organismo. Los microorganismos y las sustancias que ellos producen (como las toxinas) son ejemplos de pirógenos que se forman en el exterior del cuerpo. Los pirógenos formados dentro del organismo suelen ser producidos por monocitos y macrófagos (dos tipos de glóbulos blancos o leucocitos). Los pirógenos exteriores al organismo provocan fiebre al estimularlo para que produzca sus propios pirógenos. La infección, sin embargo, no es la única causa de fiebre; La fiebre también puede ser consecuencia de la inflamación, una reacción a un fármaco, una reacción alérgica, trastornos autoinmunitarios (cuando el cuerpo produce anticuerpos anormales que atacan sus propios tejidos) y cáncer no detectado (especialmente leucemia o linfoma).

Muchos trastornos pueden producir fiebre. En general se los clasifica como:

    Infecciosos (más común)

    Neoplásicos (cáncer)

    Inflamatorios

Es muy probable que una infección sea la causa en los adultos con una fiebre que dura 4 días o menos. Es más probable que una causa no infecciosa sea responsable de la fiebre cuando esta dura mucho tiempo o es recurrente. Muchos tipos de cáncer y enfermedades inflamatorias causan fiebre. Los trastornos inflamatorios incluyen las enfermedades articulares, las enfermedades del tejido conjuntivo y los trastornos de los vasos sanguíneos, como la artritis reumatoide, el lupus eritematoso sistémico y la arteritis de células gigantes.

Los fármacos causan a veces fiebre.

Además, una fiebre aislada, de corta duración (aguda) en personas con cáncer o un trastorno inflamatorio conocido tiene más probabilidades de tener una causa infecciosa. En las personas sanas, es poco probable que la fiebre aguda sea el primer signo de una enfermedad crónica.
Principales causas de fiebre

Prácticamente todos los trastornos infecciosos pueden causar fiebre. Pero en general, las causas más probables son:

    Infecciones de las vías respiratorias superior e inferior

    Infecciones gastrointestinales

    Infecciones de las vías urinarias

    Infecciones cutáneas

La mayoría de las infecciones agudas de las vías respiratorias y del tracto gastrointestinal son víricas.
Factores de riesgo

Ciertas circunstancias (factores de riesgo) hacen que las personas sean más propensas a tener fiebre. Estos factores incluyen el estado de salud de la persona, la edad, determinadas ocupaciones y el uso de ciertos procedimientos médicos y fármacos, así como la exposición a las infecciones (por ejemplo, a través de los viajes o el contacto con personas o insectos infectados).


Algunas causas de fiebre

Factor de riesgo

Causa

Ninguno (persona sano)
  

Infección respiratoria superior o inferior

Infección gastrointestinal


Valoración

Por lo general, el médico puede determinar que una infección está presente basándose en una breve historia clínica, la exploración y, en ocasiones, realizando algunas pruebas complementarias simples como la radiografía de tórax y el análisis de orina. A veces, sin embargo, la causa de la fiebre no es fácil de identificar.

Cuando el médico evalúa a un paciente con fiebre aguda, se centra en dos cuestiones básicas:

    En identificar otros síntomas como dolor de cabeza o tos: Estos síntomas ayudan a limitar las posibles causas de la fiebre.

    En determinar si se presenta una enfermedad grave o crónica: muchas de las posibles infecciones víricas agudas son difíciles de diagnosticar de forma específica (es decir, determinar cuál es exactamente el virus que está causando la infección). Limitar las pruebas únicamente a aquellos que presentan una infección grave o crónica puede ayudar a evitar muchas búsquedas costosas, innecesarias y, a menudo, infructuosas.

Signos de alarma

En las personas con fiebre aguda, algunos signos y características son motivo de preocupación. Entre éstos se incluyen los siguientes:

    Alteración de la función mental, como confusión

    Dolor de cabeza, rigidez de cuello o ambos

    Manchas planas, pequeñas, de color rojo púrpura en la piel (petequias), que indican un sangrado debajo de la piel

    Hipotensión arterial

    Frecuencia cardíaca rápida o respiración acelerada

    Dificultad respiratoria (disnea)

    Temperatura mayor de 40 °C

    Viaje reciente a un área donde la malaria es común (endémica)

    Tratamiento reciente con fármacos que inhiben el sistema inmunitario (inmunosupresores)

Cuándo acudir al médico

Si existe algún signo de alarma se debe ver a un médico de inmediato. En estos casos suele ser necesario realizar pruebas complementarias de forma inmediata y, a menudo, es necesario el ingreso en el hospital.

Si no existen signos de alarma se debe llamar al médico si la fiebre dura más de 24 a 48 horas. Dependiendo de la edad de la persona, la presencia de otros síntomas y enfermedades conocidas, el médico puede querer valorarla en la consulta o recomendarle un tratamiento en su domicilio. Por lo general, es necesario consultar con un médico si la fiebre dura más de 3 o 4 días, independientemente de otros síntomas.
Actuación del médico

En primer lugar, el médico pregunta acerca de los síntomas del paciente y su historial médico. A continuación, realiza una exploración física. Los antecedentes clínicos y la exploración física a menudo sugieren la causa de la fiebre y las pruebas que pueden ser necesarias.

El médico comienza preguntando al paciente por los síntomas y las enfermedades presentes y previas, la medicación que está tomando, la exposición a infecciones y los viajes recientes. El patrón de la fiebre rara vez ayuda a hacer el diagnóstico, excepto una fiebre que se repite cada dos o tres días, y que es típica de la malaria. Se considera que la malaria es una posible causa de la fiebre únicamente si se ha viajado a un área donde la malaria es frecuente.

Los viajes recientes orientan a veces sobre la causa de la fiebre, ya que algunas infecciones solo se presentan en áreas determinadas. Por ejemplo, la coccidioidomicosis (una infección por hongos) aparece casi exclusivamente en las regiones desérticas del sudoeste de Estados Unidos, América Central y del Sur. También es importante si existe un antecedente de exposición reciente a ciertos materiales o animales. Por ejemplo, los sujetos que trabajan en un matadero o en una planta envasadora de carne son más propensos a desarrollar brucelosis (una infección bacteriana transmitida a través del contacto con animales domésticos).

El dolor es una clave importante para el posible origen de la fiebre, por lo que el médico pregunta acerca de cualquier dolor de oídos, cabeza, cuello, dientes, garganta, tórax, abdomen, flancos, recto, o cualquier dolor muscular y articular.

Otros síntomas que ayudan a determinar la causa de la fiebre incluyen congestión y/o secreción nasal, tos, diarrea y síntomas urinarios (frecuencia, urgencia y dolor al orinar). Saber si el paciente presenta un aumento de volumen de los ganglios linfáticos o una erupción cutánea (incluyendo el aspecto, localización y el momento de aparición en relación con otros síntomas) puede ayudar al médico a identificar la causa. Cuando existe fiebre recurrente, sudoración nocturna y pérdida de peso, las personas afectadas pueden tener una infección crónica como la tuberculosis o la endocarditis (infección del revestimiento interno del corazón y, por lo general, de las válvulas cardíacas).

El médico también puede preguntar acerca de lo siguiente:

    Contacto con cualquier persona que tenga una infección

    Cualquier patología conocida que predisponga a la infección, como la infección por VIH, diabetes, cáncer, trasplante de órganos, anemia de células falciformes o lesiones de las válvulas cardíacas, sobre todo si se tiene implantada una válvula artificial

    Cualquier trastorno conocido que predisponga a la fiebre en ausencia de infección como el lupus, gota, sarcoidosis, hipertiroidismo (glándula tiroidea hiperactiva) o cáncer

    El uso de cualquier fármaco que predisponga a la infección, como los medicamentos para la quimioterapia del cáncer, corticoesteroides u otros fármacos que inhiben el sistema inmunitario

    La adicción a drogas intravenosas

La exploración comienza confirmando que el paciente presenta fiebre. La fiebre se determina con mayor precisión mediante la medición de la temperatura rectal. A continuación el médico realiza una exploración completa para comprobar si hay una fuente de infección o datos que sugieran la presencia de una enfermedad.
Pruebas complementarias

La necesidad de realizar pruebas complementarias depende de los hallazgos de la exploración.

Los sujetos sanos que tienen un episodio de fiebre agudo y síntomas vagos y generales (por ejemplo, con malestar o dolor generalizado) probablemente sufran una enfermedad vírica que va a desaparecer sin necesidad de tratamiento. Por lo tanto, no requieren pruebas complementarias. La excepción son aquellos que han estado expuestos a un animal o insecto (llamado vector) que transportan y transmiten una enfermedad específica, como los sujetos con una picadura de garrapata, y las personas que han estado recientemente en un área donde un trastorno en particular (como la malaria) es común.

Si el sujeto, por otro lado sano, tiene algún hallazgo que sugiera un trastorno particular, puede ser necesario realizar pruebas complementarias. El médico selecciona las pruebas necesarias en función de los hallazgos. Por ejemplo, si se tiene dolor de cabeza y rigidez en el cuello, se realiza una punción lumbar para buscar una meningitis. Si se presenta tos y congestión pulmonar, se realiza una radiografía de tórax para detectar si existe una neumonía.

Los sujetos que presentan un riesgo elevado de infección y aquellos que tienen una afectación importante a menudo necesitan pruebas complementarias, incluso cuando los hallazgos no sugieran un trastorno particular. En estos casos a menudo se practican las siguientes pruebas:

    Un hemograma completo (incluyendo el número y la proporción de los diferentes tipos de glóbulos blancos o leucocitos)

    Una radiografía de tórax

    Un análisis de orina

El aumento en el número de glóbulos blancos (leucocitos) suele indicar infección. La proporción de los diferentes tipos de glóbulos blancos o leucocitos (recuento diferencial) facilita más pistas. Un aumento de neutrófilos, por ejemplo, sugiere una infección relativamente reciente por bacterias. Un aumento de eosinófilos indica la presencia de parásitos, por ejemplo tenias o gusanos nematelmintos. También se pueden remitir muestras de sangre y otros fluidos corporales al laboratorio para intentar identificar el microorganismo en un cultivo. Se pueden realizar otros tipos de análisis de sangre para detectar anticuerpos contra microorganismos específicos.

Se realiza el diagnóstico de fiebre de origen desconocido o idiopática, cuando la persona afectada tiene una temperatura corporal de al menos 38,3 °C durante varias semanas y no se puede determinar la causa tras realizar un examen médico exhaustivo. En estos casos, la fiebre puede deberse a una infección crónica poco frecuente o a algún proceso diferente a una infección, como una enfermedad del tejido conjuntivo o un cáncer. Para diagnosticar la causa son útiles la ecografía, la tomografía computarizada (TC) o la resonancia magnética nuclear (RMN), en especial de las zonas en las que se tienen molestias. Para identificar las áreas de infección o inflamación se puede realizar una gammagrafía, después de inyectar en una vena glóbulos blancos (leucocitos) marcados con un trazador radiactivo. Si los resultados de todas las pruebas anteriores son negativos, el médico necesita obtener una muestra de tejido del hígado, de la médula ósea o de otra zona en la que sospeche que pueda localizarse la infección para su estudio (biopsia). La muestra se examina al microscopio y se cultiva.
Tratamiento

Dado que la fiebre ayuda al organismo a defenderse contra la infección, y dado que la fiebre en sí no representa un peligro (a menos de que sobrepase los 41,1 ºC), no está claro si se debe reducir la temperatura en todas las personas con fiebre. Sin embargo, un paciente con fiebre alta suele sentirse mucho mejor cuando se trata la fiebre. Además, se considera que los pacientes con una enfermedad cardíaca o pulmonar, y aquellos con demencia tienen mayor riesgo de presentar complicaciones peligrosas, por lo que en estos casos se debe tratar la fiebre.

Los fármacos utilizados para bajar la temperatura del cuerpo se llaman antipiréticos. Los fármacos antitérmicos (o antipiréticos) más eficaces y usados son el paracetamol (acetaminofeno) y los fármacos antiinflamatorios no esteroideos (AINE), como aspirina (ácido acetilsalicílico), ibuprofeno y naproxeno. Por lo general, se puede administrar 650-1000 mg de paracetamol (acetaminofeno) cada 6 horas (no se debe exceder de 4000 mg en 1 día). De forma alternativa, se pueden tomar 400 mg de ibuprofeno cada 6 horas. Debido a que muchos medicamentos sin receta para el resfriado o la gripe contienen paracetamol (acetaminofeno), se debe tener cuidado de no tomar al mismo tiempo varios fármacos que contengan paracetamol.

Únicamente si la temperatura sobrepasa los 41 ºC es preciso aplicar otras medidas para reducir la temperatura del afectado (como rociarle con agua tibia o utilizar toallas húmedas). Se debe evitar utilizar una esponja con alcohol porque el alcohol puede ser absorbido por la piel y puede tener efectos perjudiciales.
Aspectos esenciales para las personas mayores

La fiebre puede ser problemática en las personas mayores, porque el cuerpo no responde de la manera que lo haría en una persona más joven. Por ejemplo, en los ancianos frágiles, es menos probable que una infección cause fiebre. Incluso cuando la temperatura esté aumentada debido a una infección, esta puede ser más baja que la definición convencional de fiebre, y la elevación de la temperatura puede no corresponder a la gravedad de la enfermedad. Del mismo modo, otros síntomas, como el dolor, pueden ser menos evidentes. Con frecuencia, un deterioro en el funcionamiento físico y/o mental habitual es el único signo inicial de neumonía o de infección de las vías urinarias que acompañan a la fiebre.

Sin embargo, las personas mayores con fiebre son mucho más propensas a tener una infección bacteriana grave que los adultos jóvenes con fiebre. Al igual que en los adultos jóvenes, la causa más frecuente suele ser una infección de las vías respiratorias o urinarias. Las infecciones de la piel y de las partes blandas son también causas frecuentes de fiebre en las personas mayores.

El diagnóstico es similar al de los adultos jóvenes, salvo que en los ancianos suelen realizarse análisis de orina (incluyendo cultivos) y una radiografía de tórax. Las muestras de sangre se cultivan (hemocultivos) para descartar una infección en la sangre. Las personas mayores con una infección de la sangre (septicemia) o con alteración de los signos vitales (como tensión arterial baja, pulso rápido y frecuencia respiratoria elevada) necesitan ingreso hospitalario.
Conceptos clave

    En las personas sanas la mayor parte de los casos de fiebre están producidos por una infección respiratoria o gastrointestinal debido a un virus.

    Si se tiene algún signo de alarma (ver más arriba), se debe acudir al médico de inmediato.

    Generalmente, el médico puede identificar una infección en base a una breve historia, el examen físico y, en ocasiones, algunas pruebas complementarias simples. A continuación, teniendo en cuenta los resultados y, en particular, los síntomas del sujeto, se determina si son necesarias otras pruebas complementarias.

    Una posible causa de fiebre de larga evolución son los trastornos crónicos subyacentes, en particular los que afectan al sistema inmunitario.

    El paracetamol (acetaminofeno) o un AINE por lo general reducen la fiebre y mejoran el estado de la persona afectada, aunque en la mayoría de los casos, este tratamiento no es crucial.

    En las personas mayores, es menos probable que una infección cause fiebre y los otros síntomas pueden ser menos evidentes.

Via msdmanuals.com

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