No todas las personas envejecen del mismo modo. Las hay que con más de 80 años conservan todas sus facultades y demuestran su fortaleza física. Pero también aquéllas que con muchos años menos evidencian un claro deterioro físico que no hace sino mostrar un estado de fragilidad, delicadeza y en situación de riesgo que limita su actividad y les impone la necesidad de ayuda para realizar algunas de las actividades básicas diarias, además de cuidados especiales. Es lo que en la actualidad se denomina como síndrome de la decaída o, de una manera más gráfica “anciano frágil”.
En algunos casos puede estar causado por una enfermedad crónica, pero también hay que identificar como factores de riesgo:
El envejecimiento biológico.
Ser una persona sedentaria.
Tener el síndrome de inmovilidad.
Pertenecer a un nivel socioeconómico bajo.
Tener problemas de nutrición.
El alcoholismo.
Tener enfermedades ocultas u otras que causan pérdidas sensoriales o de habilidades específicas.
Sufrir algún tipo de enfermedad mental, etc.
Los signos que pueden delatar la fragilidad o el síndrome de la decaída en una persona mayor son esencialmente los siguientes:
Pérdida de peso no intencionada.
Falta de fuerza a la hora de manipular objetos o ponerse en pie.
Encorvamiento de la columna vertebral.
Lentitud al caminar, arrastrando los pies y demostrando inseguridad.
Poca actividad física, lo que favorece la atrofia muscular.
Falta de energía o bajo tono vital, que lleva a la inactividad y al distanciamiento de la familia o su círculo social habitual.
Aislamiento social.
Todas estas circunstancias hacen que las personas frágiles tenga un cierto grado de dependencia, al no poder realizar alguna de las actividades básicas de la vida diaria, por lo que necesitan de la ayuda de cuidadores, sean familiares o profesionales. De hecho, el síndrome de la decaída es un indicador de discapacidad y pérdida de calidad de vida que se puede evitar en cierta medida o retrasar su evolución con los cuidados adecuados:
Procurar que estas personas se alimenten correctamente e ingieran los nutrientes necesarios.
Potenciar la actividad física para mantener tono muscular y evitar la atrofia.
Favorecer el mantenimiento de la salud mental y la estimulación cognitiva y sensorial.
Hacer que perciban el apoyo de la familia y de su círculo social.
En lo que respecta a la prevención, ésta sólo es posible a largo plazo, habiendo llevado una vida saludable, con una dieta equilibrada, practicando habitualmente ejercicio físico, manteniendo una actividad social y familiar dinámica, etc. Aún así, no siempre es posible evitar el síndrome de la decaída y llegar a ser un mayor frágil. Los factores genéticos también influyen.
Fuente sanitas.es
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