Cómo hacer deporte durante la vejez: precauciones y beneficios

miércoles, 16 de diciembre de 2015 · Posted in

La práctica habitual de un deporte conlleva beneficios a lo largo de todas las fases de nuestra vida. En la infancia y adolescencia favorece el crecimiento y la socialización, en la edad adulta retrasa el envejecimiento y refuerza nuestro sistema inmunitario y, durante la vejez nos ayuda a ser más independientes y aumenta nuestra calidad de vida. Sin embargo, con la llegada de la tercera edad deberíamos tomar una serie de precauciones a la hora de realizar cualquier actividad física.

Entre los parámetros que deberemos tener en cuenta se encuentran los problemas articulares, la osteoporosis, las deficiencias respiratorias, una mala circulación, la presión arterial alta y otros. El motivo principal es que, durante esta etapa, nuestro cuerpo experimenta importantes cambios que atañen tanto a nuestro aspecto y morfología como a aspectos relacionados con la agilidad, la pérdida de masa muscular y similares


Ahora bien, tampoco se trata de dejar atrás el deporte, como hacen muchos ancianos, por miedo a sufrir dolores y lesionarse, ya que, precisamente, el ejercicio consigue todo lo contrario.

Beneficios generales del deporte en la vejez

    Aumenta la calidad de vida y la longevidad.
    Mejora el estado de ánimo.
    Reduce el riesgo de infarto.
    Incrementa el bienestar físico.
    Favorece la socialización y mayor grado de autosuficiencia.
    Retrasa la aparición de enfermedades como la ateroesclerosis, la menopausia y demás.
    Disminuye la tensión arterial.
    Aumenta el equilibrio
    Atenúa el riesgo de sufrir caídas y fracturas óseas gracias al aumento de la masa muscular y la mejora de la coordinación.

Precauciones

    Acude al médico antes de iniciar tu actividad para realizarte un chequeo que determine tu estado de salud inicial.
    Puedes contratar un entrenador personal que te indique cuál es la actividad más apropiada para ti.
    Toma conciencia de tus limitaciones y establece unas metas razonables.
    Elige bien el terreno donde te entrenas: decántate por superficies llanas, amplias y bien iluminadas.
    Vigila la intensidad de los ejercicios y no te excedas con los entrenamientos.
    Controla los factores de riesgo como las anomalías cardiovasculares y la presencia de osteoporosis. Vigila tus pulsaciones mediante un pulsómetro y comprueba tu densidad ósea mediante una densitometría. Ten en cuenta que los ejercicios aeróbicos bruscos te expondrán a sufrir lesiones si tienes propensión a las roturas.
    Escucha a tu cuerpo con mucha atención: reconocer los síntomas de fatiga es vital.
    Evita las horas de calor, sufres mayor riesgo de deshidratación.
    Si puedes hacer ejercicio acompañado, hazlo, te obligará moralmente y favorecerá tus relaciones sociales.
    Nunca olvides el calentamiento previo que prepara tus músculos. Incluye algunos estiramientos, te alejará de las isquemias -cuando el oxígeno y la sangre no llegan bien a los tejidos-.
    No te detengas de golpe: al finalizar el entrenamiento, trata de enfriarte progresivamente, reduciendo la intensidad poco a poco para restablecer la circulación de modo gradual.
    Que tu ejercicio sea regular: sé constante, ya no eres joven y tu organismo ni resiste tanto ni se recupera tan fácilmente. Ten paciencia.
    Algunas de las modalidades más recomendables son la natación, el ciclismo, el yoga, el aquafitness, la caminata, los bailes de salón, la petanca, el voley e incluso se puede practicar la carrera.

Via runner.es

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