Cumplir años tiene un efecto evidente en nuestro funcionamiento cerebral. Nuestro funcionamiento cognitivo (memoria, lenguaje, atención, concentración, razonamiento, abstracción…) se puede deteriorar con la edad, pero si sólo fuera consecuencia del envejecimiento, ¿cómo explicaríamos que una persona mayor con, por ejemplo, quejas de memoria, mejorara tras un programa de intervención? o ¿cómo explicaríamos que una persona mayor siguiera realizando su trabajo de forma impecable? Diversos factores ambientales y personales afectan al funcionamiento cognitivo. Y estos factores son susceptibles de modificar.
¿Qué es la memoria y cómo funciona?
Existen diferentes teorías sobre el almacenamiento y el funcionamiento de la memoria. A modo de síntesis, podemos afirmar que la memoria es la capacidad para registrar, almacenar y recuperar información (ideas, imágenes, acontecimientos…).
Diversos autores la han clasificado según:
Duración. Sensorial (muy breve, no más de dos segundos), inmediata o a corto plazo (menos de un minuto), reciente (de unos minutos a varias semanas y con capacidad de almacenamiento mayor) y remota o a largo plazo (desde varias semanas a toda la vida).
Contenido. Episódica (información relativa a sucesos de un momento y lugar determinados), de referencia (información reciente y remota obtenida por experiencias previas), semántica (información que no varía y se organiza en categorías), declarativa (información del pasado que hay que recordar de manera consciente), de procedimiento (información sobre aprendizajes y destrezas) y de trabajo (información necesaria para un proceso activo de manera continua).
Conforme a estos tipos de memoria podremos explicar cómo funciona. La memoria sensorial, que es la más fugaz, nos permite entender lo que ocurre. Por ejemplo, al leer, recordamos una palabra el tiempo suficiente para comprender la siguiente. La memoria a corto plazo, que es un almacenamiento temporal, nos permite recordar información durante casi un minuto; por ejemplo recordar un número de teléfono para anotarlo antes de que se nos olvide. Y la memoria a largo plazo contiene todas las experiencias y conocimientos, selecciona la información que recibe y la distribuye.
¿Cómo podemos mejorarla?
Para optimizar el funcionamiento de la memoria, es fundamental conocer ciertas estrategias como poner interés en lo que observamos, comprender la situación, tener un registro multisensorial de la experiencia, etc.
Si entendemos la buena memoria como la facilidad para atender a un estímulo, codificarlo, almacenarlo con las “pistas” suficientes para recuperarlo de forma rápida y eficaz, podremos mejorar muestra memoria entrenando a nuestro cerebro en las fases anteriores.
En el envejecimiento es posible que nuestra actividad disminuya y con ello la estimulación que recibimos, así que la actividad cerebral, nuestras funciones cognitivas también serán infrautilizadas. Serán necesarios ejercicios de estimulación de la memoria para conseguir un nivel óptimo de funcionamiento, como por ejemplo, ejercicios para mejorar la codificación y el almacenaje de información (asociar información nueva con otra ya almacenada con la técnica de caras y nombres, agrupar información para poder recordarla como la lista de la compra, visualizar, etc.) y ejercicios para mejorar la memoria a largo plazo y así facilitar el acceso a la información almacenada (ejercicios autobiográficos como redactar acontecimientos de la vida importantes, recordar hechos históricos, recordar personajes conocidos agrupados por profesiones, etc.).
El uso de la información de que disponemos es la clave para garantizar su disponibilidad. Así pues, es necesaria una estimulación bio-psico-social y cognitiva adecuada y el uso de técnicas que mejoren el almacenamiento y la recuperación de la información.
Fuente: blog.mimohogar.es
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