Más del 16% de las personas mayores no hospitalizadas consume ansiolíticos/hipnóticos. Así se desprende de un estudio realizado en Albacete y Málaga para estimar la prevalencia del consumo de estos fármacos en la población mayor de 65 años, y presentado en el XXXIV Congreso de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (semFYC).
Un dato preocupante, por su elevado porcentaje, para el doctor Enric Aragonés, coordinador del Grupo de Salud Mental de semFYC. “Desde hace unos años existe una tendencia al incremento en la proporción de personas que consumen psicofármacos, la cual es cada vez más marcada en las personas mayores. Y si bien es probable que la ansiedad o el malestar emocional relacionado con problemas económicos, familiares o laborales derivados de la crisis haya contribuido a que se inicien tratamientos de este tipo, la situación de alto consumo, con una indicación poco adecuada en muchos casos, es un fenómeno previo”, concreta este experto.
De los datos de la investigación también se desprende que el 90,5% de los ansiolíticos/hipnóticos consumidos por las personas mayores son benzodiacepinas. La toma de psicofármacos está asociada, independientemente del consumo de otros fármacos no psicotrópicos, a presentar depresión establecida, ser mujer o padecer cuatro o más problemas de salud.
En general, la utilización de psicofármacos es adecuada a corto plazo, y pocas veces está justificada su toma de forma más constante, tal y como ha pasado en los últimos años. Como explica el doctor Aragonés, “en el caso concreto de las personas mayores su consumo suele estar supeditado a tratamientos prolongados. Un hecho inquietante porque los efectos adversos de estos medicamentos, como alteraciones cognitivas o efectos en la memoria, aumento del riesgo de caídas y de fracturas, son más frecuentes a edades más avanzadas, aún con ansiolíticos poco potentes y con dosis relativamente bajas, que es lo que se suele usar en estos pacientes”.
Asimismo, los ansiolíticos e hipnóticos son fármacos que pueden generar dependencia. “Influye la duración del tratamiento, el fármaco concreto, la dosis e incluso factores personales. Pero es cierto que su uso continuado, más allá de varias semanas, puede generar dependencia y problemas de tolerancia. Por lo que sería importante mejorar el conocimiento sobre el uso inadecuado de estos fármacos con el fin de desarrollar estrategias de prescripción efectivas y seguras”, afirma este experto.
Otro trabajo presentado al Congreso determina que los psicofármacos contribuyen de forma significativa a la polimedicación de los mayores. En concreto, se concluye que un 41,2% de mayores de 65 años polimedicados consume estos medicamentos frente al 11,1% que no presenta esta condición. “A partir de determinadas edades es frecuente tener varias patologías, muchas veces de carácter crónico, lo que motiva que muchos pacientes consuman al día más de 5 fármacos distintos”, comenta este experto.
Las guías terapéuticas recomiendan que en la mayor parte de las indicaciones, incluyendo los trastornos de ansiedad o el insomnio, el tratamiento con ansiolíticos o hipnóticos no debería prolongarse más allá de 3 o 4 semanas. Sin embargo, como advierte el doctor Aragonés, “esto contrasta con la utilización crónica de estos fármacos en muchos casos. Y, a veces, su consumo prolongado es el reflejo de la dependencia generada: el ansiolítico ya no se toma por su eficacia clínica, sino para evitar síntomas de abstinencia”.
En este contexto, el doctor Aragonés insiste en que los propios profesionales deben ser conscientes de los riesgos de este tipo de fármacos y de su limitada eficacia a largo plazo. “Tenemos que ser cuidadosos en su prescripción, valorando sus indicaciones, estableciendo un seguimiento clínico escrupuloso y limitando su duración. Es nuestra responsabilidad no iniciar nuevos tratamientos que puedan cronificarse sin un control adecuad, así como tener una actitud activa en su retirada si no hay una indicación clara”, precisa este experto.
Como ejemplo, el doctor Aragonés comenta que, “en el estudio BENZORED, recientemente publicado en el British Journal of Psychiatry y llevado a cabo por médicos de familia de Baleares, Valencia y Cataluña, se observó que una mínima intervención explicando a los pacientes consumidores crónicos los riesgos de esta medicación, recomendándoles su retirada y ofreciéndoles un mínimo apoyo, puede conseguir que hasta un 45% de estos pacientes lo abandone sin mayores complicaciones”.
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