El tiempo pasa, y quienes eran nuestros referentes de trabajo e independencia comienzan a perder sus facultades. Ahora son ellos quienes nos necesitan. Las dudas, el miedo y las limitaciones suelen empañar la experiencia de ofrecerles calidad de vida en su recta final. Ellos solo requieren una cosa: amor.

Nuestra sociedad está inundada de prejuicios y falsas creencias sobre la vejez, y la verdad es que no estamos preparados para asumir que nuestros padres y abuelos, en algún momento, no se valdrán por sí mismos y que deberemos tomar cartas en el asunto.

Ante la ausencia de un manual de acción preestablecido, muchas familias sienten que ese momento de decidir sobre la vida de sus adultos mayores los toma desprevenidos. Aunque muchos expertos aseguran que lo mejor para ellos es permanecer en su casa bajo los cuidados eventuales de familiares o personal especializado, aunque puede ocurrir que el nivel de dependencia sea tal, que no resulte viable y seguro que viva solo.
En esos casos surgen dos opciones: mudar al adulto mayor al hogar de algún pariente o ingresarlo en una casa de cuidados especializados.

La evaluación de estas opciones debe pasar inevitablemente por el criterio del amor. Es decir, debe contestar lo más fiel posible a la pregunta “¿qué es lo mejor para él?”, si es que él mismo no puede expresar sus deseos. Y una vez que sea tomada una decisión, debe ser asumida sin autocríticas ni sentimientos de culpa, sin rencores ni victimizaciones, pero sí con las implicaciones claras de lo que acarrea cada opción, para poder adaptarse más fácilmente a cualquier imprevisto.

Plan de acción

Para proporcionar calidad de vida al adulto mayor, el o los cuidadores deberían satisfacer las necesidades de estas personas en las siguientes áreas:

- Vinculación social y familiar afectiva y efectiva

- Estado de salud y atención médica

- Uso del tiempo y esparcimiento

- Estimulación cognitiva

- Derechos civiles fundamentales

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