La ola de frío que llega a Europa nos afecta a todos, aunque la edad es un factor determinante para percibirlo de una u otra manera. Los bebés son más sensibles a los cambios de temperatura porque su mecanismo termorregulador no ha madurado y todavía no funciona adecuadamente. Con la edad, este mecanismo, que sirve para adaptar la temperatura corporal a los cambios que se producen en el entorno, sufre alteraciones y, por este motivo, las personas mayores, especialmente a partir de los 75 años, son más vulnerables al frío y al calor intensos, y se ven más afectadas por los cambios bruscos de temperatura.
Una de las consecuencias del envejecimiento es que el organismo pierde calor con facilidad y tiene más dificultades para generarlo. El frío, además, puede agravar los problemas de salud que suelen padecer los mayores, como los trastornos del aparato circulatorio, e incrementa también la frecuencia e intensidad de infecciones respiratorias en este colectivo. Los vasos sanguíneos se constriñen y se ralentiza la circulación de la sangre, por lo que aumentan las posibilidades de sufrir un infarto o un ictus. Llevado al extremo, una inadecuada protección frente al frío puede originar un cuadro grave: la hipotermia, que puede llegar a ser mortal.
Por todo ello, la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG) ha difundido una serie de consejos para evitar que las bajas temperaturas que se esperan estos días ocasionen problemas a este grupo de población:
En el hogar la temperatura mínima será de 21ºC. En invierno, se producen numerosos accidentes por inhalación de monóxido de carbono, e incluso incendios en el domicilio, por emplear determinados sistemas de calefacción. En el caso de las personas mayores, sobre todo si viven solas o sufren alguna patología que las limite, es necesario asegurarse de prevenir estos riesgos, y para ello lo más adecuado son los radiadores eléctricos.
Incrementar el consumo de alimentos que contengan hidratos de carbono y proteínas porque proporcionan energía, y evitar el alcohol, que produce una falsa sensación de calor al aumentar la dilatación de los vasos sanguíneos, calor que se pierde después con facilidad debido a la vasodilatación cutánea. En invierno generalmente se tiene menos sed, por lo que no deben olvidar hidratarse ingiriendo una cantidad adecuada de líquidos.
Es necesario mantenerse activos durante todo el año, pero cuando las condiciones meteorológicas son adversas (mucho viento, lluvia, hielo o nieve) hay que tomar precauciones para evitar las caídas. Es mejor no salir y, en caso de que sea imprescindible, hacerlo con un calzado adecuado y durante las horas de luz.
En invierno también hay que prestar más atención a la ropa. Es mejor ponerse varias capas, que se puedan quitar con facilidad cuando se acceda a lugares donde la temperatura sea más elevada. Los pies y la garganta deben ir bien abrigados, y hay que utilizar un gorro o capucha para la cabeza porque por ella se escapa la cuarta parte del calor corporal.
Fuente: webconsultas.com
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