Alimentación y Nutrición en el Adulto Mayor
Los cambios que sufren los órganos y tejidos durante el proceso de envejecimiento no deben considerarse como un problema de salud, sino como variables anatomofisiológicas normales. Con el envejecimiento aumentan los riesgos de desarrollar enfermedades crónico-degenerativas como las cardiovasculares, la obesidad y la diabetes.
Alimentarnos implica ser capaces de seleccionar y preparar los alimentos de manera adecuada, y la dieta recomendable debe incluir en los tres tiempos, frutas y verduras, cereales y leguminosas, así como una pequeña cantidad de alimentos de origen animal. En cada tiempo la dieta debe ser:
Completa: con todos los nutrimentos.
Equilibrada: que los nutrimentos guarden una proporción adecuada entre sí.
Suficiente: que cubra las necesidades para tener una buena nutrición y un peso apropiado.
Adecuada: acorde a los gustos y cultura de quien la consume, en función de la edad, sexo, peso, raza, estatura y estado fisiológico.
Inocua: que su consumo habitual no implique riesgos para la salud, es decir, que esté exenta de microorganismos patógenos, toxinas y contaminantes.
Los dos objetivos primordiales de la alimentación son satisfacer el apetito y obtener suficiente energía para cubrir las necesidades del organismo, de tal modo que dicho aporte no permita deficiencias o excesos que afecten nuestra salud.
El adulto en plenitud debe saber qué alimentos necesita su cuerpo y cuáles son recomendables para su salud, para experimentar un envejecimiento saludable y digno.
Hidratos de carbono
Son una fuente de energía que todos los tejidos utilizan como combustible para funcionar; los carbohidratos se convierten en glucosa, la cual provee de energía a los tejidos y órganos.
Gracias a los hidratos de carbono, los músculos pueden contraerse, y los riñones y el cerebro pueden llevar a cabo sus funciones de manera eficiente.
Los alimentos que los contienen son: cereales, tubérculos, leguminosas, azúcares y mieles. Se recomiendan los cereales integrales como trigo, maíz, arroz y avena, y también aquellos alimentos que no producen gases estomacales, como purés, frutas al vapor y vegetales cocidos. El azúcar y la miel son hidratos de carbono “simples” porque se digieren y absorben con facilidad, pero no debe abusarse de su consumo, en especial si se padece diabetes.
Lípidos (grasas o aceites)
Tienen como función la formación de hormonas y la reserva de grasa que cubre y protege a los órganos (corazón, hígado, riñón, otros); mantienen la temperatura corporal, transportan y proveen las vitaminas A, D, E y K, y proporcionan aroma y sabor a los alimentos.
Sin embargo, las grasas de origen animal son fuente de colesterol, por lo que, con frecuencia, ocasionan indigestión, pues el hígado y el páncreas no producen en forma suficiente las sustancias necesarias para su asimilación.
Deben evitarse: carnes con o sin grasa visible, manteca de cerdo, chicharrón, tocino, chorizo, leche y sus derivados.
Proteínas
Son necesarias para reparar tejidos, células y muchas sustancias que se desgastan a diario; un ejemplo de ellas son los anticuerpos que defienden al organismo de infecciones.
En los adultos en plenitud su misión es la de reponer tejidos. Cabe señalar que el aporte inadecuado de proteínas produce desnutrición, por lo que se recomienda la ingestión de carne magra (sin grasa) como pollo sin piel, pescado o ternera blanca a la plancha o productos lácteos descremados y leguminosas.
Vitaminas
C: ayuda a la cicatrización de heridas, en la absorción del hierro e influye en la degeneración hepática de medicamentos (guayaba, naranja, melón, fresas, verduras verdes, papa y tomate).
D: permite que los huesos aprovechen el calcio de los alimentos (productos lácteos).
Complejo B: ayuda al sistema nervioso y conserva la piel, el cabello y la mucosa bucal.
Minerales
Los adultos en plenitud deben consumir:
Calcio: ayuda en la formación de masa ósea y evita fracturas en huesos (lácteos, tortilla nixtamalizada, charales y sardina lo contienen).
Fluoruro: ayuda a la conservación y fortalecimiento de dientes y huesos (los encontramos en nueces, leguminosas y champiñones, agua y otros).
Magnesio: mantiene la actividad de los músculos y controla la actividad nerviosa (el salvado de trigo y la soya son ricos en este mineral).
Hierro: es fundamental en la transportación de oxígeno a los tejidos; su falta ocasiona anemia (hígado de res, pan de centeno, soya y lomo, costillas o espaldilla de cerdo son algunos alimentos que lo contienen).
Zinc: es necesario para la cicatrización y la coagulación, así como el buen funcionamieto del sentido del gusto (lo podemos encontrar en el hígado, huevos, carne, productos lácteos, fríjol, soya y cereales adicionados).
Sodio: equilibra el paso de los líquidos y sustancias hacia las células, tejidos y vasos sanguíneos. Se recomienda el consumo moderado en los adultos, pues puede provocar aumento en la presión arterial y retención de líquidos.
Agua y fibra
Como los adultos en plenitud presentan disminución en la sensación, se les recomienda tomar una determinada cantidad de agua al día junto con el consumo de fibra para ayudar a la digestión y combatir el estreñimiento.
Algunos alimentos con alto contenido de fibra son: verduras, frutas, grano de soya, maíz amarillo y cereales integrales.
Via ganarsalud.com
Siempre es importante mantener una correcta alimentación, con suplementos vitamínicos adecuados podemos evitar problemas futuros. Yo normalmente compro alguna cosa aquí Denatural para evitarme líos de ir de tienda en tienda.
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