Uno de los sucesos más desafortunados que pueden acontecer a una persona mayor, motivado por razones múltiples, como alteraciones de la vista, mareos, distracciones, trastornos perceptivos o un entorno agresivo -zonas de excesivo trasiego, donde la gente camina muy deprisa y hay mucho bullicio-, es la “caída”.
Partiendo del hecho de que caerse es peligroso para cualquier persona y a cualquier edad (al tratarse de algo imprevisto), las caídas son más frecuentes en determinados grupos de población, por ejemplo, los niños, por su ímpetu y falta de madurez a la hora de valorar los riesgos de sus actos, y los mayores, debido a factores, como los indicados más arriba.
Un 30% de las personas mayores de 65 años y un 40% de los mayores de 80 años se caen cada año en nuestro medio.
Las causas de las caídas son múltiples: entorno hostil, falta de adaptación de la vivienda, razones médicas como lipotimias, mareos, dificultades en la marcha, alteraciones del equilibrio, dificultades en la movilidad por artrosis, dolor, etc.
Cuando la familia detecta el riesgo de caída de un mayor debe actuar sin demora y con decisión, el no hacerlo puede dar lugar a que el mayor sufra una caída, siendo sus consecuencias a veces graves, y siendo siempre mucho más complicado curar una caída que prevenirla.
Algunas medidas preventivas de las caídas son las siguientes:
Al levantarse de la cama o del sillón, es conveniente hacerlo despacio, pues numerosas personas se marean cuando lo hacen con rapidez.
Dentro de la vivienda es conveniente facilitar el tránsito retirando muebles u objetos que puedan obstaculizar el acceso a través de pasillos o dentro de las dependencias.
Además es conveniente no colocar objetos en lugares de tránsito donde normalmente no hay nada, pues, la persona mayor no se lo espera y no los ve bien, pudiendo tropezar con ellos.
Al realizar actividades nuevas o al acceder a sitios desconocidos, es conveniente hacerlo despacio para poder valorar los riesgos y conocer el lugar.
Al acceder a lugares oscuros es recomendable entra despacio para dar tiempo al ojo a que se habitúe a ver dentro de la oscuridad, algo que puede requerir desde algunos segundos a varios minutos.
Dentro de las dependencias que exijan un mayor equilibrio o una movilidad en condiciones de riesgo será conveniente poner agarraderas en los lugares estratégicos que así lo demanden, como el baño, la ducha, el lugar donde se realiza el vestido o cambio de la ropa, etc.
Será conveniente retirar obstáculos y realizar reformas que faciliten actividades cotidianas, sustituyendo el baño por una ducha que permita un acceso más fácil, permitir la ducha estando la persona sentada, etc.
Además, en ocasiones será preciso proporcionar a la persona un mayor tiempo de acompañamiento, para salir a la calle, realizar determinado tipo de actividades, etc., cuando nuestro mayor ya no esté en condiciones de realizar estas actividades de forma autónoma sin riesgo.
Si la familia no puede dedicarle el tiempo necesario a la persona mayor, será preciso buscar una “persona externa” cualificada y de confianza que durante algún tiempo cada día proporcione esta ayuda y acompañamiento, para evitar que pueda caerse al realizar de forma autónoma actividades para las cuales ya no está preparada.
Existen igualmente numerosos “centros de día” en los que la persona mayor recibe asistencia profesional durante varias horas por la mañana y por la tarde.
Cuando el grado de dependencia de la persona mayor desborda las posibilidades de la familia para proporcionarle un grado suficiente de atención y cuidados, se ofrece la posibilidad de acoger a la persona en un “centro residencial” donde se ofrece asistencia las 24 horas del día de forma profesional y cualificada.
Las consecuencias de no proporcionar estas ayudas pueden ser bastante graves. Una persona que ya no está capacitada para subir y bajar escaleras sola, si sigue haciéndolo, puede caerse por las mismas y puede fracturarse una cadera, sufrir un traumatismo craneoencefálico o un politraumatismo.
A estas edades, las consecuencias de una caída son más graves, las posibilidades de intervención quirúrgica son más limitadas y la mortalidad tras una intervención quirúrgica en personas de edad avanzada es mayor que en personas más jóvenes.
Por todas estas razones, en este tema, como en muchos otros, “más vale prevenir que curar”.
La familia no debe permanecer indecisa al darse estas circunstancias, debe plantearse la situación de manera decidida y tomar las decisiones que sean más ventajosas para la persona mayor sin ningún tipo de demora.
En caso de duda puede acudir a los servicios sociales de su comunidad y a su centro de salud para consultar y recibir apoyo y asesoramiento.
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