Ya se sabe que vivir en compañía cuando se es anciano, como es el caso de un matrimonio cuyos hijos ya se han independizado, tiende a ofrecer más protección frente a las consecuencias de un infarto, una caída u otros percances, que si se vive solo. En una pareja, el otro cónyuge puede pedir ayuda urgente. La persona sola, en cambio, puede quedar inconsciente y ser incapaz de avisar de su emergencia.
También es evidente que una relación sentimental satisfactoria hace feliz a la pareja agraciada, ya que reduce las probabilidades de los miembros de la pareja de padecer depresión y otros estados psicológicos nocivos que a la larga también pueden acabar teniendo consecuencias negativas de salud sobre el cuerpo.
Ahora, un nuevo estudio ha corroborado lo que la sabiduría popular ya intuía: Las personas felizmente casadas son más propensas a percibir como mejor su salud en la vejez.
La profesora Christine Proulx, de la Universidad de Misuri, en la ciudad de Columbia, Estados Unidos, examinó las relaciones a largo plazo entre la calidad del matrimonio y el nivel de salud propia percibido por cada cónyuge. Proulx constató que todas las etapas del matrimonio, tanto las positivas como las negativas, afectan a dicho nivel de salud percibido.
“A menudo pensamos en el envejecimiento como algo que podemos tratar médicamente con pastillas y más ejercicio, pero cuidar de la relación matrimonial también podría beneficiar la salud de la persona que envejece”, expone Proulx. En ese sentido, y aunque obviamente una persona no podrá curarse de un cáncer por el mero hecho de ser feliz con su pareja, sí logrará al menos los beneficios de salud mental antes expuestos.
Proulx sugiere que los profesionales de la salud deberían tener mucho más en cuenta las relaciones personales de los pacientes cuando valoren la necesidad de adoptar medidas preventivas ante el riesgo de contraer ciertas enfermedades o de decidir tratamientos para algunas dolencias.
Via elobservadormexico.com
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