Las úlceras por presión son una pérdida en la continuidad de la piel producida cuando una presión mantenida sobre un plano o una prominencia ósea provoca un bloqueo del riego sanguíneo a dicho nivel, con disminución de oxígeno y degeneración de los tejidos.
Son más frecuentes a medida que la edad avanza, por aumento de la fragilidad y de la inmovilidad en personas mayores, pero no exclusivas de los ancianos, ya que también pueden aparecer en personas más jóvenes con enfermedades crónicas graves o incapacitantes (lesionados medulares o pacientes de unidades de cuidados intensivos, por ejemplo). Sin embargo, y dada su frecuencia de aparición en la edad geriátrica y la importancia pronostica en este grupo de edad, ha llegado considerarse un síndrome geriátrico.
Se considera que el 95% de las úlceras por presión son evitables, usando técnicas sencillas como los cambios posturales y el cuidado exquisito de la piel y el estado general del paciente. Una vez aparecida la úlcera, su curación puede ser larga y provocar una importante morbilidad, y un gasto muy importante de recursos sanitarios.
La localización de las lesiones por presión depende de la postura del paciente y de la dirección de las fuerza de presión y cizallamiento que ocasionan el bloqueo de los capilares de la zona. En decúbito supino (boca arriba) las zonas más frecuentes de afectación son el sacro y la zona glútea, los talones, los codos, las escapulas, los hombros y el occipital; en decúbito lateral son los trocánteres (caderas), las rodillas (tanto zona externa como interna), el hombro y el pabellón auricular, por orden de frecuencia. Pero en general este tipo de lesiones puede aparecer en cualquier lugar del organismo que reciba presiones importantes durante el tiempo suficiente para que la isquemia cause lesión en los tejidos.
Se considera que el hecho de permanecer inmóvil en decúbito supino absolutamente inmóvil durante un periodo de más de 3h o permanecer sentado durante más de 2h, en un paciente frágil con factores de riesgo, puede provocar la aparición de úlceras por presión.
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Este tipo de úlceras se clasifican, a efectos de valoración de tratamiento y pronostico, en 4 grados:
Grado I: Limitada a las capas superficiales de la piel, se manifiesta a través de enrojecimiento, no está rota la barrera cutánea y se mantiene la integridad de la piel.
Grado II: Afecta a las capas superficiales de la piel y se prolonga a la primera porción del tejido graso subyacente y se manifiesta con erosiones, ampollas y/o desgarros superficiales.
rado III: Se extiende más profundamente a través de estructuras superficiales, afecta a la grasa subcutánea, produciendo necrosis del tejido comprometido y alcanza los músculos pero sin llegar a comprometerlos.
Grado IV: Destrucción de todo el tejido blando desde la piel hasta el hueso; el nivel de ulceración llega a músculo, hueso, articulaciones, cavidades orgánicas adyacentes y estructuras de sostén.
A medida que la lesión aumenta en profundidad, aumenta el tiempo de su curación.
Las complicaciones de este tipo de lesiones pueden ser:
Infección de tejidos adyacentes y a distancia.
Pérdida de proteínas.
Anemia por enfermedad crónica (uso de nutrientes para intentar cerrar la herida por parte del organismo del individuo).
Pérdida de líquidos y sales minerales, por el exudado, que en situaciones extremas puede causar deshidratación.
Dolor por la afectación de terminaciones nerviosas y otras estructuras profundas.
Afectación psicológica y social por el aislamiento en caso de mal olor por la destrucción de tejidos e infección secundaria.
Fuente: mapfre.com
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