Reivindiquemos la sexualidad en la vejez

jueves, 2 de junio de 2011 · Posted in

A los mayores se les ha pretendido convencer de que por el hecho de ser viejos no debían tener ningún tipo de necesidad sexual

Desde nuestro nacimiento hasta nuestra muerte somos seres sexuales. La sexualidad no es algo estanco, ni que aparece y desaparece con la edad, simplemente, la realidad nos dice que se modifica con ella, que varía y evoluciona con nosotros y con nuestras circunstancias personales, físicas y emocionales.

La evolución y el cambio son cuestiones comunes y entendidas por todos en cualquier aspecto de nuestra vida. En el mundo laboral modificamos nuestras percepciones y aptitudes; en el mundo familiar la posición también se transforma -de hijos pasamos a padres y después a abuelos-, sin que haya la menor duda de que en cada etapa tenemos unas obligaciones y roles absolutamente diferenciados y que se adaptan a unos cambios necesarios. ¿Por qué no creernos que esto sucede, exactamente igual, en nuestra sexualidad y en su expresión?

Siempre ha habido etapas vitales ignoradas y vilipendiadas en referencia a la sexualidad. La vejez es una de ellas, al ser considerada una etapa no fecunda era apartada del concepto sexual ya que se consideraba que la sexualidad y el placer estaban irremediablemente al servicio de la reproducción. A los mayores se les ha pretendido convencer de que ellos, por el hecho de ser viejos no tenían y, lo que es aún peor, ni debían tener ningún tipo de necesidad sexual y mucho menos de practicarla.

De hecho, uno de los errores más comunes es considerar la sexualidad como algo atlético, lleno de récords orgásmicos y erectivos y naturalmente, como todo ello no cuadra con lo que pensamos de nuestros abuelos tenemos serias dificultades para imaginarnos su sexualidad.

Naturalmente la sexualidad es distinta para cada persona, pero hemos de saber que la expresión de la sexualidad siempre está determinada por diversos factores tanto personales, como sociales, de salud y situacionales.

Pero, ya sea de una forma o de otra, no podemos considerar que somos los demás los que determinamos los derechos de nuestros mayores; ya que no sólo estaríamos cometiendo un tremendo error para con ellos, sino que además nos estaríamos condenando a nosotros mismos a dejar de sentir, a no ser libres para amar sexualmente, y a que otros decidan por nosotros en un futuro que para algunos no está tan lejano.

Fuente: parasaber.com

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