Al llegar a determinada edad, muchas veces comienzan a presentarse en nuestro organismo y en nuestra mente ciertos síntomas relacionados a una enfermedad o trastorno muy común, conocido, y temido.
La demencia es una afección que tiene como principal característica la incapacidad del individuo de llevar una vida normal, lo cual hace que su rutina y la de los familiares o personas que lo rodean (quienes serán los encargados de darle el mejor de los cuidados al individuo) cambie progresivamente.
La demencia suele ser habitual en el rango de personas que rondan los 85 años: en casi el 50% de los ancianos que se encuentran en esta franja de edad se manifiestan los síntomas de este trastorno.
Para alrededor de un 6% de ellos, a los 65 años ya habrán empezado a salir a la luz los primeros indicios de este problema.
Lamentablemente, la demencia y crónica y degenerativa, y disminuye la calidad de vida del enfermo; hay que prestar especial atención a no confundir el deterioro corporal producto de la vejez con los trastornos que presenta la demencia.
Por lo general, los síntomas principales de esta enfermedad suelen ser:
Pérdida de la memoria: Es lo primero que se manifiesta en la persona, y en un comienzo tiene que ver con olvidos sencillos, que se agravan a medida que pasa el tiempo, llegando al punto de no reconocer personas de su ámbito más cercano.
Problemas del lenguaje: Tiene que ver con la alta de capacidad comunicativa, dificultades en el habla, o problemas para expresar lo que se está pensando. Además incluye hechos como el no comprender lo que se lee o lo que otros dicen, y hasta la utilización de palabras fuera de lugar para relacionarse con los demás.
Problemas motrices: Incapacidad o torpeza en los movimientos, o tendencia a caerse. También pueden encontrarse en estos trastornos hechos como la dificultad para vestirse.
Los problemas físicos (como la incontinencia o la incapacidad para comer), los trastornos de personalidad, o de sueño también son característicos de la demencia, que puede ser causada tanto por el Alzheimer o problemas vasculares, que dan cuenta de un deterioro en la circulación que produce una pérdida de las funciones cerebrales.
A pesar de no poderse curar, la demencia puede tratarse con ejercicios y dietas adecuadas, un entorno de amigos y familiares que lo ayude al enfermo a estimular los recuerdos, y un espacio vital que esté liberado de peligros.
Fuente ipsicologos.es
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